domingo, 4 de abril de 2010

Cuando el amor










Cuando el amor se hace comida y el cariño creaciones maravillosas, cuando seres de luz nos preparan de comer y ponen ese ingrediente mágico los seres comunes y corrientes agradecemos al universo haberlos conocido.
Veo otra vez a Lilian y su esmero con aquella deliciosa sopa de lentejas. Pienso en Mamá y la veo con aquellos deliciosos espaguetis y souffles, ensaladas de navidad y deliciosos postres en una mesa llena de bellezas y reliquias de familia, y la imagino después ofreciéndonos su café de sabores seguramente muy buenos. También pienso en Gloria y su comida sencilla, elegante, deliciosa en su mesita coqueta llena de detalles, en Sandra y una serie de delicias para picar y recuerdo que al vino le quiere dar el “golpe de frío” para que la temperatura sea perfecta, a Jessie con su comida asiática y su sonrisa cariñosa y su Frank siempre amable admirándola como nosotros la admiramos. Pienso en Anna con su pan de naranja por supuesto, pero también con los “Chiles en Nogada” que son los más ricos de México, recuerdo aquellas tortas que me llevó al bote en el momento justo. Recuerdo a Laury y Tania mis amigas libanesas con la myadra que saben que me mata y se lucen preparando para hacerme feliz; Iris y el mole son palabras serias e inolvidables; pienso en mis tíos Ricardo y Lupita y la mesa familiar llena de anécdotas y risas de los niños que se han sentado ahí, cuando ellos cocinan el amor se huele desde la calle y qué decir de la Tíeta Anita y su comida mexicana, colorida, preciosa. Y recuerdo a Doña Helena con aquel “Jigote” que nunca más volví a comer, pienso en mi Ger recién casada haciendo su sopa de verduras, y vuelvo a disfrutar la comida que nos hizo Martín para que conozcamos Colombia desde nuestro comedor en Maroma. En el papá barbón cuando hace bacalao, paella o esos deliciosos camaroncitos picantes. En Etienne y su ensalada nicoise. En Francisco y sus creaciones diarias para ayudarme a bajar esos kilos, sin él hubiera yo muerto de hambre, cada día su comida es más rica que la anterior y que la del día siguiente y que puedo decir de Sally y sus mesotas llenas de especialidades y manjares, siempre pensando en la que está a dieta, en la que adora los tamales, en que los postres no tengan demasiada azúcar para los que no deben o sí para los que pueden y exigen sus galletas y brownies. Eso es amor.
Tambien recuerdo un jamón caramelizado, un salmón al tamarindo, un postre de naranjas flotantes, una comida china con mucho apio y abulón, una ensalada caprese, una gelatina de atún, frijol al minuto, pan de pobre y muchas maravillas.
Hay días como hoy en el que el amor se hace comida, en que los seres de luz nos invitan a comer y que desde que amanece los minutos son lentos y las horas eternas antes del momento esperado para sentarnos en la mesa ver la comida y ver esa sonrisa con las que los que cocinan miran a sus comensales queridos, yo siempre los observo y sé que son hasta más felices que nosotros porque consiguen la alquimia, porque logran materializar el amor.


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