martes, 1 de febrero de 2011

Arandu Kaattu

Dijo que se casarían, la naturaleza sería el único testigo.
Ella escogió Iguazú, él corrió hasta Wanda y le compró un amatista;
le recordaba el color de la ropa de ella en su primera noche juntos.
Ella le compró un anillo de jade para que reviviera la furia de los ojos
del jaguar que lo enamoró en Chichen Itzá.
Tupá envío esa tarde a a Angatupyry a indicarles el camino.
Taú tardaría en encontrarlos, el estruendo de las cataratas no lo iba a permitir.
A cincuenta metros de la garganta del diablo se juraron amor.
La eternidad ya la tenían en ese instante.

María José Moreno

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