llenando de reflejos mis manos y mis brazos;
un remolino de viento las aventó a mi pelo.
Julia reía y se veía tan linda,
estaba como yo adiamantada.
De pronto miramos a lo lejos
a un señor que acercándose decía en voz un poco baja
"Solo a las media noche debe hacerse brujería"
Pero no fue hasta que juntos caminamos sobre ellas
o cuando Miguel cantaba "para que sonrías"
cuando sentí brillitos en el alma.
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